miércoles, 11 de abril de 2018

CARTA DE UN PRESBÍTERO ANCIANO ORTODOXO A SU DISCÍPULO (2)



No olvides que Dios es el Padre providente y que su Amor y el alcance de su Providencia no tiene límites.
Recuerda la parábola del Buen Samaritano: nunca pases de largo ante el hermano que sufre.
Recuerda que Dios es Padre, el Padre bueno, cercano, tu Padre. Y Él te ama a ti. Eres su hijo.
Pero cuando Jesús te enseñó a invocarlo te dijo que le llamaras Padre nuestro. Si olvidas el “nuestro”, pierdes buena parte de tus derechos de llamarle Padre.
Desea con ardor la llegada del Reino.
Comprométete con el Reino y trabaja para que sea una realidad en la tierra.
Cuando ores en la intimidad de tu silencio, no estás solo, están tus hermanos. Es la humanidad, es la Iglesia, quien ora en ti.
Intercede y suplica con confianza.
De Dios recibirás cuanto de Él esperes.
Al interceder no pongas límites a tu amor.
Cuando quieras encontrar a Dios, cuando desees hacer de tu oración un tiempo de encuentro, entra en tu propio interior.
Allí habla al Padre.
Haz de tu oración un tiempo fuera del tiempo.
Vive tu encuentro con el Padre con la actitud gratuita de quien lo da y lo recibe todo como un don.

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