domingo, 29 de octubre de 2017

¡FELIZ DOMINGO! 30º del TIEMPO ORDINARIO

  SAN MATEO 22, 34-40

    "En aquel tiempo, los fariseos, al oír que había hecho callar a los saduceos, se acercaron a Jesús y uno de ellos le preguntó para ponerlo a prueba: Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?
   El le dijo: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser”. Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Estos dos mandamientos sostienen la Ley entera y los Profetas."
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    Tras la pregunta por la licitud de pagar el tributo al César, sigue otra pregunta fundamental: la del mandamiento pricipal de la Ley. Y si la respuesta a la primera pregunta fue precisa y clarificadora, no lo es menos a la segunda. La respuesta de Jesús es clara: Amarás.  A Dios sin reticencias -alma, vida y corazón-, y con la misma intensidad al prójimo. El amor al prójimo no es algo distinto del amor a Dios. El amor a Dios no merma el amor al prójimo: lo fundamenta. Si se ama de verdad a Dios, se ama al prójimo y viceversa, aunque a veces no se tenga plena conciencia de ello (cf. Mt 25,31-46). Esta es la revelación y la revolución de Jesús: la del AMOR.
REFLEXIÓN PASTORAL
    En tiempos de Jesús, en Palestina había escuelas, corrientes de pensamiento y de   tema religioso y moral. En ese ambiente, los fariseos, se acercan a Jesús, para ponerlo a prueba, preguntándole, para que,  entre la multiplicidad de opiniones existentes, Él diera también la suya. “Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?” (Mt 22,36). ¡Había 163 en la Ley!
    Salvadas las lógicas distancias, quizá no sea muy diferente de aquella nuestra situación actual. Se han multiplicado las opiniones...; el pluralismo, en sí sano y necesario, no pocas veces crea un cierto confusionismo y hasta indiferencia. Por eso puede venirnos muy bien la pregunta por lo principal. Es un síntoma de madurez personal y social formularse este tipo de preguntas, y no distraerse con preguntas accidentales y anecdóticas. Pues si no nos preguntamos por lo esencial, tampoco encontraremos la respuesta fundamental y esencial. Hay que esencializar la vida y en la vida con preguntas esenciales.
     Pero esencializar no es tender a lo mínimo sino a lo íntimo. Es delimitar, y no solo limitar; es precisar el objetivo y lo objetivo desde las prioridades del Evangelio. Es alcanzar esa zona de silencio que permite escuchar la voz de la verdad sin tergiversaciones. Una esencialización cualitativa.
     En la vida cristiana lo esencial es Dios, tal como nos lo ha revelado Jesucristo. Y lo esencial de Dios es su Amor. Hay que retornar de esa dispersión, de esa diáspora existencial en que vivimos, interiormente disgregados, para vivir lo esencial y hacerlo visible: el amor de Dios y al Dios Amor.   
    Y ¿cuál es la respuesta de Jesús? “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser” (Mt 22,37). Es decir con un amor total. ¿Y podemos decir que amamos a Dios así?
     Cuando apenas le dejamos un resquicio en nuestra vida, cuando en nuestro tiempo casi no hay tiempo para Él, cuando nuestro corazón está saturado de tensiones, rencores, frivolidad, ambiciones..., ¿podemos amar a Dios con todo el corazón?
     “Amarás a Dios...”, y “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mt 22,39). No opone ni contrapone; no separa; no establece ni siquiera un antes a Dios y luego al prójimo. Se trata de un amor contemporáneo: amar a Dios en el prójimo y amar al prójimo en  Dios.
    Y si el amor de Dios no puede ser teórico, tampoco el amor al prójimo. La primera lectura,  pone nombre a las exigencias del amor: la práctica de la justicia y de la misericordia (Ex 22,20.21.24).  Esta es la caridad, o una manifestación seria de la misma.
     El amor al prójimo no puede reducirse a un sentimiento, aunque deba ser sentido. El amor al prójimo no puede ser solo limosna superflua...; implica solidaridad, fraternidad, perdón... ¡Obras son amores! Por lo menos, ya lo sabemos: la respuesta fundamental es AMARÁS. “En esto conocerán que sois discípulos míos...” (Jn 13,35).
    En la segunda lectura, Pablo da gracias a Dios porque la comunidad cristiana de Tesalónica ha acogido la Palabra con alegría. Aún en medio de “tanta lucha” (1 Tes 1,6) vive y testimonia su fe, y su testimonio se ha extendido por todas partes Ese es el rostro y la voz de la nueva evangelización ¡Ojalá también pudiera decir esto de nosotros!
REFLEXIÓN PERSONAL
.- ¿Mi vida está volcada hacia esa prioridad, la del amor?
.- ¿Con qué intensidad es cristiana mi vida?
.- ¿Sé esencializar la vida?
DOMINGO J. MONTERO CARRIÓN, OFMCap.

EN LEÓN, HOY CELEBRAMOS SAN MARCELO, PATRONO DE NUESTRA CIUDAD
 

domingo, 22 de octubre de 2017

¡FELIZ DOMINGO! 30º del TIEMPO ORDINARIO

  SAN MATEO 22, 15-21
                                            
    "En aquel tiempo, los fariseos se retiraron y llegaron a un acuerdo para comprometer a Jesús con una pregunta. Le enviaron unos discípulos, con unos partidarios de Herodes, y le dijeron: Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas el camino de Dios conforme a la verdad; sin que te importe nadie, porque no te fijas en las apariencias. Dinos, pues, qué opinas: ¿es lícito pagar impuestos al César o no?
   Comprendiendo su mala voluntad, les dijo Jesús: ¡Hipócritas!, ¿por qué me tentáis? Enseñadme la moneda del impuesto.
    Le presentaron un denario. Él les preguntó: ¿De quién son esta cara y esta inscripción?
    Le respondieron: Del César.
    Entonces les replicó: Pues pagadle al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios."
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    La escena traduce la tensión existente entre Jesús y los grupos “oficiales” de la sociedad judía. Fariseos y herodianos, representantes de dos sensibilidades diferentes, se unen para formularle la pregunta trampa. Con todo, hay que destacar el “elogio” que hacen de la integridad personal de Jesús. Éste descubre su mala voluntad, pero no elude la respuesta: A Dios no hay utilizarle como “moneda” de nada. Los temas sociales hay que abordarlos dentro de su propia órbita. La licitud o ilicitud del impuesto al César debe ser dirimido en su fuero propio: las responsabilidades sociales y políticas del momento. Y cada uno debe asumirlas.  Y no debe llevarse al campo de la religión. Dios se mueve en otra órbita y, aunque no esté ausente, no interviene en la legítima autonomía de la historia. Dios no es una “excusa” ni un “argumento” para evadir impuestos, aunque, les recuerda Jesús, Dios tiene también sus espacios. La moneda, al César, y el corazón, a Dios. 
   
REFLEXIÓN PASTORAL
    La cuestión de la licitud del tributo romano era discutida entre los judíos. Significaba el reconocimiento de una sumisión  La aceptaban los herodianos; más resignadamente los saduceos; los fariseos se mostraban reticentes; los zelotes la rechazaban abiertamente. En general, en el pueblo producía indignación ese tributo de vasallaje. La pregunta formulada a Jesús contenía material inflamable: “¿Es lícito pagar el tributo al César  no?” (Mt 22,17).
    Jesús, que probablemente no era partidario de pagarlo, pide la moneda del tributo y pronuncia la frase: “Dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios” (Mt 22,21). Pocas frases han hecho correr tanta tinta y han sido citadas con más frecuencia e imprecisión.
     No fue una respuesta evasiva o diplomática. Los oyentes se admiraron, quizá, porque no la entendieron. Porque la respuesta iba contra los judíos, que regulaban la política con la religión, haciendo de Dios un césar, y contra los romanos, que regulaban la religión con la política, haciendo del César un dios. Con su respuesta, Jesús quemaba la tierra bajo las plantas de todos.
     “Dad al César…”, denunciaba la pretensión clericalista de convertir y manipular todo desde la religión. Reconocer o no al César, aceptar o no sus leyes fiscales, es un tema político, que no debe trasladarse a la esfera de la religión.
    “Y a Dios lo que es de Dios”, con lo que asestaba un golpe de muerte al cesarismo, a la pretensión absolutista del poder político, de invadir todos los espacios de la vida, de hacer del hombre un mero súbdito.
      En la respuesta de Jesús hay, pues, mucho más de cuanto entendieron los judíos, y de lo que han entendido a lo largo de los siglos muchos cristianos, en cuya historia Dios y el César se mezclaron tanto y de tal manera, que llegó un momento en que ya no solo no se distinguía qué era de uno y qué era de otro, sino quién era uno y quién era otro.
      Jesús distingue netamente los campos. No establece una división excluyente, pero introduce una clarificación: religión y política son realidades distintas, pero no distantes y no pueden distanciarse, porque ambas afectan al hombre.
    Por otro lado, no conviene olvidar, en el saludo de la carta a los Tesalonicenses, los tres elementos que subraya san Pablo como característicos de la espiritualidad cristiana: fe activa, amor esforzado y esperanza acrisolada en las pruebas. Tres ingredientes necesarios para saber hacer un discernimiento de los distintos debates y cuestiones de la historia y de la vida.
         Hoy, Domingo Mundial de las Misiones, se nos recuerda nuestra responsabilidad misionera. Y que existe una vanzadilla de la Iglesia, donde hermanos y hermanas nuestros están entregando su vida en un servicio generoso, y silencioso, a otros más necesitados. Ellos son la memoria de la Iglesia; los que nos recuerdan que hay que seguir ampliando las fronteras del Reino de Dios; que una comunidad cuando deja de mirar al futuro, lo pierde. Una Jornada para orar por ellos y colaborar con ellos en las arduas tareas de la evangelización (1 Tim 1,8).
REFLEXIÓN PERSONAL
.- ¿Cumplo mis deberes cívicos con honestidad y responsabilidad?
.- ¿Doy a Dios lo que es de Dios?
.- ¿Es mi fe activa, mi caridad esforzada y mi esperanza acrisolada?
DOMINGO J. MONTERO CARRIÓN, OFMCap.
JORNADA MUNDIAL DE LAS MISIONES 

domingo, 15 de octubre de 2017

¡FELIZ DOMINGO! 28º del TIEMPO ORDINARIO

  ¡FELIZ BANQUETE!
 
 SAN MATEO 22, 1-14           
    "En aquel tiempo volvió Jesús a hablar en parábolas a los sumos sacerdotes y a los senadores del pueblo, diciendo:
    El Reino de los Cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo. Mandó criados para que avisara a los convidados, pero no quisieron ir. Volvió a mandar criados encargándoles que les dijeran: tengo preparado el banquete, he matado terneros y reses cebadas y todo está a punto. Venid a la boda. Los convidados no hicieron caso; uno se marchó a sus tierras, otro a sus negocios, los demás les echaron mano a los criados y los maltrataron hasta matarlos. El rey montó en cólera, envió sus tropas, que acabaron con aquellos asesinos y prendió fuego a la ciudad.
    Luego dijo a sus criados: La boda está preparada, pero los convidados no se la merecían. Id ahora a los cruces de los caminos y a todos los que encontréis, convidadlos a la boda. Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos. La sala del banquete se llenó de comensales.
    Cuando el rey entró a saludar a los comensales reparó en uno que no llevaba traje de fiesta y le dijo: Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin vestirte de fiesta? El otro no abrió la boca.
   Entonces el rey dijo a los camareros: Atadlo de pies y manos y arrojadlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes. Porque muchos son los llamados y pocos los escogidos."
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   Parece que Mateo ha fusionado dos parábolas originalmente distintas: la del banquete, análoga a la de Lc 14,16-24, y otra, la de la expulsión del banquete, que contempla la idea del juicio final. En todo caso, Jesús continúa hablando a los sumos sacerdotes y senadores del pueblo. La parábola, claramente alegorizada, les descubre la voluntad salvadora de Dios. El banquete, evoca el de Is 25,6-10a (1ª lectura); los criados enviados son los profetas y apóstoles; los que rechazan la invitación son los judíos (más directamente sus líderes); los invitados de los caminos: los pecadores y paganos; el incendio de la ciudad, la ruina de Jerusalén… La segunda parte, a partir del v.11, destaca la idea de la responsabilidad en la respuesta: el vestido evoca la necesidad de las obras de la fe.
REFLEXIÓN PASTORAL
    Dios ama al hombre, le busca y le invita a participar de su misma vida, de su misma mesa, de Él mismo. Pero esta invitación, gratuita, no es irresponsable. En la invitación de Dios no hay excluidos, pero sí auto-excluidos.  En la línea del profeta Isaías (1ª lectura), la parábola propuesta por Jesús ilustra perfectamente la situación. Dios ha soñado lo mejor: un banquete de bodas  - ¿quién no se apunta a un banquete? -, e invita generosamente a él. Pero, sorprendentemente, esa invitación es rechazada de una manera insultante. 
    Con este ejemplo Jesús denuncia el comportamiento del judaísmo oficial de su tiempo, que se automargina; y anuncia una nueva edición de la invitación salvadora (Mt 22,9). 
    Pero no termina ahí la parábola. También en la comunidad cristiana puede continuar esa dinámica de rechazo de la oferta. También nosotros podemos despreciar la invitación anteponiendo nuestros "intereses".
    Y no basta con “apuntarse”. Es lo que se quiere subrayar con la alusión al hombre que no llevaba vestido de fiesta. El asunto no termina con la invitación. Hay que acogerla. Pertenecer al Reino, sentarse a su mesa,  requiere un estilo, un vestido adecuado. Un vestido que ofrece el mismo Señor, pero que hay que aceptar y adoptar.
    El Señor no pide falsos oropeles, sino un corazón convertido. Porque de quien tenemos que revestirnos es de Cristo (Rom 13,14).  No es, pues, cuestión de telas o de colores, sino de actitudes. Y para ello necesitamos desvestirnos de muchas cosas. De la vieja condición, del hombre viejo... (Col 3,9).
   Es necesario revisar nuestro ropero espiritual -también quizá el material- y ver si nuestra “cobertura” es cristiana; si se aproxima un poco a lo que san Pablo sugería a los cristianos de Éfeso: el cinturón de la verdad, la coraza de la honradez, los zapatos de la paz, el escudo de la fe (cf. Ef 6,10-17).
    La respuesta no es fácil, pero con Cristo es posible: “Todo lo puedo en Aquel que me conforta” (2ª lectura).
    Es necesaria la vinculación a Cristo para transformar la vida, pues "separados de mí no podéis hacer nada" (Jn 15,5).
REFLEXIÓN PERSONAL
.- ¿Es Jesucristo mi punto de apoyo?
.- ¿Cómo acojo la invitación de Dios a participar en su banquete?
.- ¿Qué vestido llevo en la vida?

DOMINGO J. MONTERO CARRIÓN, OFMCap.

domingo, 8 de octubre de 2017

¡FELIZ DOMINGO! 27º del TIEMPO ORDINARIO

  SAN MATEO 21, 33-43

                                             
    "En aquel tiempo dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los senadores del pueblo: Escuchad otra parábola: Había un propietario que plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó en ella un lagar, construyó la casa del guarda, la arrendó a unos labradores y se marchó de viaje.
    Llegado el tiempo de la vendimia, envió sus criados a los labradores para percibir los frutos que le correspondían. Pero los labradores, agarrando a los criados, apalearon a uno, mataron a otro, y a otro lo apedrearon. Envió de nuevo otros criados, más que la primera vez, e hicieron con ellos lo mismo. Por último, les mandó a su hijo diciéndose: “Tendrán respeto de mi hijo”. Pero los labradores, al ver al hijo se dijeron: “Este es el heredero: venid, lo matamos y nos quedamos con su herencia”. Y agarrándolo, lo empujaron fuera de la viña y lo mataron. Y ahora, cuando vuelva el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos ladrones?
    Le contestaron: Hará morir de mala muerte a esos malvados y arrendará la viña a otros labradores que le entreguen los frutos a sus tiempos.
    Y Jesús les dice: ¿No habéis leído nunca en la Escritura: “La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente”?
     Por eso os digo que se os quitará a vosotros el Reino de los Cielos y se dará a un pueblo que produzca sus frutos."
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   Con esta parábola, dirigida a los sumos sacerdotes y senadores del pueblo, Jesús quiere denunciar la irracionalidad de su hostilidad antes los enviados de Dios (el Bautista), y ante su propio Hijo (Jesús). Trabajando sobre la imagen veterotestamentaria de la “viña”, Jesús modula el tema, poniendo el acento no en la viña sino en lo viñadores, dejando en evidencia su irresponsabilidad. El final de la parábola justifica el cambio que se producirá: la viña se dará a otros viñadores. Pero ese “riesgo” sigue pendiente sobre todo los que reproduzcan la actitud de los primeros viñadores. Nadie puede apropiarse la “viña”, ni apropiarse sus frutos.

REFLEXIÓN PASTORAL
Esperó que diese uvas, pero dio agraces…” (Is 5,2). Es la queja de Dios, y también su esperanza.
Dios no es indiferente ante la reacción del hombre. Porque el amor nunca es indiferente. Eligiendo al pueblo de Israel, obró como el labrador con su viña, con amor, mimo e ilusión. ¿Qué más cabía hacer? (Is 5,4).  Esperó unos frutos. Pero esos frutos no se produjeron. A Dios, su pueblo elegido le hizo experimentar la decepción.
La parábola evangélica, con más propiedad alegoría, conocida como la de “los viñadores homicidas”  contiene acentos distintos de los del texto de Isaías. Mientras el profeta destaca la irresponsabilidad de la viña; Jesús subraya la irresponsabilidad de los viñadores, eliminando todas las mediaciones divinas, hasta la del Hijo.
Por eso, Dios “arrendará la viña a otros labradores que le den los frutos a su tiempo” (Mt 21,41); creará un pueblo nuevo. Y ese pueblo nuevo, asentado en la piedra angular que es Cristo (Ef 2,20), vitalizado por la sabia de la única vid, que es Cristo (Jn 15,1.5), es la Iglesia. Y de ese pueblo, también objeto del mimo, del amor y de la ilusión de Dios, Dios sigue esperando los mismos frutos, es decir, justicia y derecho (Is 5,7). ¿Los damos? Para ello hay que estar vinculados a la vid. “Sin mí no podéis hacer nada…” (Jn 15,4-5). ¿Lo estamos? Lo sabremos, si nuestros frutos son cristianos... Porque “por sus frutos los conoceréis” (Mt 7,16.20).
 Haber sido objeto de la elección y el amor de Dios es una gracia; pero, también, una gran responsabilidad. Pues “el amor de Cristo nos urge” (2 Cor 5,14) a concretar, a fructificar. Y porque la Palabra de Dios no es solo palabra de entonces, sino de hoy, nos dirige la misma advertencia: “Se os quitará a vosotros el Reino de los Cielos y se dará a un pueblo que produzca sus frutos” (Mt 21,43).
Responsabilidad que, entre otras cosas, significa apertura a los auténticos valores de la vida. “Todo lo que es verdadero, noble, justo, puro, amable...; todo lo que es virtud o mérito, tenedlo en cuenta” (Flp 4,8).  Porque esa es la religión auténtica: la que no se construye a costa ni de espaldas a los valores humanos. El cristiano no devalúa, sino que revalúa lo auténticamente humano; lo profundiza, liberándolo del egoísmo, de la superficialidad y lo eleva a la categoría de alabanza a Dios.
Es el mensaje que Dios, por medio de su palabra, nos dirige hoy. Y que debemos acoger con gratitud y responsabilidad, por haber sido elegidos.
REFLEXIÓN PERSONAL
.- ¿Produzco frutos? ¿Qué frutos?
.- ¿Tengo en cuenta todo los que es justo, verdadero…?
.- ¿Soy motivo de decepción o de ilusión
DOMINGO J. MONTERO CARRIÓN, OFMCap.

domingo, 1 de octubre de 2017

¡FELIZ DOMINGO! 26º del TIEMPO ORDINARIO

  SAN MATEO 21, 28-32

    "En aquel tiempo dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: ¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Se acercó al primero y le dijo: “Hijo, ve hoy a trabajar en la viña”. Él le contesto: “No quiero”. Pero después se arrepintió y fue. Se acercó al segundo y le dijo lo mismo. Él le contestó: “Voy, señor”. Pero no fue. ¿Quién de los dos hizo lo que quería el padre? Contestaron: El primero. Jesús les dijo: Os aseguro que los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del Reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros enseñándoos el camino de la justicia y no le creísteis. En cambio, los publicanos y las prostitutas lo creyeron. Y aun después de ver esto vosotros no os arrepentisteis ni le creísteis."
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      Con una claridad y sencillez meridianas Jesús ejemplariza su dicho: “No todo el que me diga: Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial” (Mt 7,21). Frente al hermetismo que presentaron los dirigentes religiosos judíos -los “sanos”- a su mensaje y a su persona, como lo hicieron antes con Juan, Jesús destaca la apertura y la acogida que le dispensaron los considerados pecadores -“los enfermos”-. Él no vino a marginar a nadie, vino a buscar lo que estaba perdido; pero mientras algunos reconocieron su necesidad de conversión –“los publicanos y las prostitutas”-, otros -“los sumos sacerdotes y los ancianos”-, autocomplacidos de sí mismos,  creían no necesitar tal conversión

REFLEXIÓN PASTORAL
    “Tened entre vosotros los sentimientos propios de Cristo Jesús” (Flp 2,5). No es una invitación sentimental ni al sentimentalismo. Es la exigencia fundamental cristiana. Porque “quien dice que permanece en Cristo, debe vivir como Él vivió” (I Jn 2,6); debe sentir como Él sintió. Sentir a Cristo y sentir con Cristo.
    Y ¿cómo vivió y sintió Cristo? S. Pablo (2ª) lo sintetiza muy acertadamente: “se vació, se anonadó, se despojó de su rango… hasta la muerte” (2,7-8).
     La vida de Jesús y sus sentimientos estuvieron orientados por dos referencias: Dios y el hombre. Su vivir fue un vivir para el Padre (Jn 4,34; cf. Jn 6,38-40), y un vivir para los hombre... Y “porque nadie ama más que el que da la vida” (Jn 15,33),  entregó su vida. Estos fueron sus intereses.
     Por eso, comenta el Apóstol: “No os encerréis en vuestros intereses” (Flp 2,4; cf. 1 Cor 10,24), y no encerremos a Dios en “nuestros intereses”.
    Y ¿qué significa “no encerrarse” y “tener los sentimientos de Cristo”? Entre otras cosas: “Vaciarse” de la pretensión de creerse justos e irreprochables, y de “señalar” y marginar a los otros.
    “Os aseguro que los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del Reino de Dios” (Mt 21,31). Palabras, sin duda chocantes, que hay entender correctamente. Porque  Jesús no está haciendo apología de la prostitución, ni del fraude, ni de la extorsión de los cobradores de impuestos. No se trata, pues, de una actitud romántica ante el pecado.
    Lo que Jesús denuncia es la autosuficiencia de quienes consideraban que la conversión era para “los otros”; la hipocresía de los que  tipificaban una serie de conductas como “inmorales” y, luego, creían que, absteniéndose de ellas, ellos estaban ya inmunes de todo pecado;  la actitud de los que creían que el bien consiste solo en denunciar el mal.
    Lo que Jesús proclama es que el amor de Dios no se detiene a las puertas de los convencionalismos humanos; que no hay espacios cerrados e impermeables a su amor; que Dios es una oportunidad permanentemente abierta; que está siempre a la puerta, esperando, por si “alguno me abre” (Ap 3,20).
    Lo que Jesús quiere destacar es que la auténtica verdad del hombre no está en la exterioridad, en lo que el hombre hace, sino en la interioridad, en por qué lo hace, y solo Dios conoce los “por qué”, porque solo Él conoce el corazón; y conoce que en el corazón de una prostituta o de un recaudador de impuestos también puede resonar y ser respondida la voz de Dios.

REFLEXIÓN PERSONAL
.- ¿Cuáles son mis sentimientos? ¿Los de Cristo?
.- ¿Siento necesidad de conversión permanente?
.- ¿Vivo encerrado en mis intereses?

DOMINGO J. MONTERO CARRIÓN, OFMCap.